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lunes, 25 de noviembre de 2013

Te echo de menos

La niña pequeña
amiga de un monstruo.
La Vanélope de mi
ciudad: la presidenta
de mi azúcar.

El bombón oculto
y sin derretir:
no por ser congelado,
sino por estar ahí,
para mí.

El uno de mi cero.
Las líneas de mi corazón.
La camiseta con mi ego.
Mis letras, mis versos,
pintados. Mis composiciones,
en tus cuadros.

Tus muñecos en mi habitación,
tus muñecas rozando mi cerebro,
atravesando todas las paredes
escritas en mis genes.

Las lágrimas en tu cabello,
tus llantos de afecto muriendo...

El prospecto con la receta de la cura
a todos mis males: salió ardiendo,
o se lo llevó el viento, o se apagó
sin una sonrisa, o se congeló por
culpa de mi ventisca...

Tus bizcochos para llenarme,
tus manías para orientarme,
tu compañero de siempre
para guiarme, y tus caderas
para atarme.



¿Sabes? He llegado a la
sencilla conclusión de que
tengo que reconocer cosas.
¿Algo que no sepas?
No, claro que no, nena.


Tu estatura y los besos que te di
en la nuca. Las caricias en tu frente
cuando todos los días nos veíamos
a la hora de la muerte.
Siempre aquí, pequeña.
Ya no tienes una mansión
porque se derrumbó.

Pero te he dejado una casa
que, aunque produzca radiación,
es lo que quiero guardarte,
¿para ti? Sí. ¿Por ti? No.


Hace frío. Te echo de menos.

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