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sábado, 31 de mayo de 2014

Los dos

No te quiero hacer girar la cabeza.
Te puedes hacer daño, mi pequeña.

No sé hacerte honor,
princesa lúcida
que navegas el aire
y respiras el mar.

Desde las más hondas entrañas de
este infierno que habito, —no es dañino,
créelo, aquí tendremos equilibrio—
enfurezco estos versos tan ricos
buscando honrarte a
ti, buscando mi alivio.


Cuentan los dioses,
[a ellos agradezco
tu creación]
que planeas con fluidez y sutil
elegancia; no creí hasta que
te vi flotando, ligera, con tus
alas de agua y arena.

¡Y me enamoré de
ti, mi reina eólica!
Me susurrabas pensamientos y
yo cabalgaba con fuego y cicatrices
hacia el universo
que compartiste con
esta imperfecta llama.

¡Arder! ¡Congelar! ¡Sentirlo y vivir!
A tu lado solo quiero estar;
ellos sueñan con ser héroes
los otros vigilan las puertas de
roble recién talado.

Y tú y yo,
solamente nosotros
dos, enterrados en
amor completo.

Déjame amarte en grito sepulcral.

jueves, 29 de mayo de 2014

II

He decidido dejar algo escrito antes de marcharme. No estoy bien, pero no quiero que se preocupen. Las venas han dejado de latir hace ya mucho tiempo. La sangre sigue parada, el fuego se ha apagado, el frío cala en mis huesos y mis pies siguen clavados en la arena del desierto. Nunca supe escribir para complacerles. Nunca supe darme placer a mí mismo. No, al menos, del todo. Ni siquiera supe darle placer a ella. Nunca sonreía por mí. Nunca fue feliz a mi lado. Es por eso que me fui, a buscar algo que me llenase. A buscarme dentro de este vacío abismal que soy, o fui, si es que lees esto.

He perdido la fe en muchas cosas a lo largo de las últimas horas. El sol se fue hace poco, aunque yo siempre fui capaz de mirarle a los ojos, porque yo nunca tuve. Mis cuencas vacías iluminadas por el fuego abrasador era lo único que tenía ahora en las manos. No considero que haya perdido el tiempo, pero tampoco creo que esto llegue a ninguna parte. Como mi viaje. Aquí estoy, moribundo, deseando que la muerte se apodere de mí y me lleve de una puta vez a descansar a donde quiera ella. Ella elige. Ella siempre eligió. Y yo acepté. Se los llevó a todos. Y asentí. No busqué un motivo religioso, un motivo superior a mis conocimientos. Asentí, porque así ellos ya podrían descansar. Ya no me tendrían que escuchar, ni ver, ni visitar. Sí que era injusto. Yo me tenía que haber ido antes que todos ellos y, sin embargo, aquí estoy; el último superviviente, sudando sangre ennegrecida por mis propios pensamientos a lo largo de los años. Nunca creí, pero gracias, de verdad.

Y es que hoy ya puedo afirmar que he muerto. Y estoy feliz. En la ignorancia feliz, donde puedo retozar libremente sin que nadie se fije en mis roídos zapatos o en mi camiseta de trotar los mundos. Blando se halla mi cerebro tras tantas peleas, tantas guerras y tantas cicatrices creadas, marcas de combate conmigo mismo que me llevaron a la locura desbordada. No te preocupes, amor. Tendrás algo mejor.


Porque no me tendrás a mí.

I

Hay cosas que hacer. Hay muchas cosas que hacer. Necesito terminar con mi vida porque no puedo incluirte en la mía. Necesito dormir bajo los árboles que simbolicen mi derrota. Una derrota criada con cariño y esperanza, con tiempo y alabanzas. Una derrota disfrazada de victoria empalagosa, llena de gloria y ensueño. He perdido la batalla contra mí mismo. El gemelo en mi interior tiene, y absorbe, todo el poder que, algún día, logré imbuirme en mis venas. Por desgracia, supongo.

¿Y qué más da? No me leerán. No me leerá. No me leerás. Tú, a quien busco cuando golpeo la tinta, la moldeo pensando en tus curvas infinitas. A ti, que siempre te quiero cerca, tal vez sea demasiado malo para tu existencia. Una mala influencia, quizás. No me darás esa atención, esa caricia elevada que me aleje de este rincón, donde moriré atenazado por la persecución de mi propio espíritu. Es un bucle, es mi perdición esto que se me cruza por la cabeza y escupo en un idioma que no es el mío. No es cuestión de ser, era cuestión de pensar… Y ahí es donde me maté. Porque pensé. Y no fui. Ni para mí, ni para ti.


Mátame. Por favor.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Escorpión en el desierto

“De pequeño me enseñaron a querer ser mayor
de mayor voy aprender a ser pequeño
y así cuando cometa otra vez el mismo error
quizás no me lo tengas tan en cuenta.”



Castrado
como el perro en celo
castrado como un perro.

Tirado
en el desierto
con mis penas rozándome el pecho
me muero
sediento
de algo caliente que me enerve el cerebro.

Castrado
como el gato saltarín
que busca una pajarita que engullir.

Me arrastro
por tus lagos
de cisnes impuros y alados
trago
cargo
reviento por todos lados.

Castrado
muriendo
me acerco a tu cuerpo,
exploto
tengo miedo
no quiero quemarte, mi cielo.

Y reniego
de mis principios
apago la luz
busco lo oscuro
no lo niego;
me quie_o
desaparezco y me envuelvo
en cinta magnética… Sin salida.

Escorpión que pica
y se queda sin tinta
no hay veneno
ni armas bendecidas.

Es un suicida.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Intimidad

¿Sería capaz de escribir su espalda en mis yemas? No me creo capaz ni de creer en su existencia. Nunca creí, pero ahora creo. Tengo fe, fe en ella, en su credo, en el amor que profesa, en esto que siento. Porque yo siempre sentí, lo guardé bien adentro. Y tú te dejabas ir con el viento. Levemente, tu densa personalidad, poco a poco, se iba desenvolviendo. Pero, ¿qué es esto? Tu existencia, ahora creo. Sí, doy fe, lo confieso, y es que te quiero. Nos miran, se esconden, matorrales que huyen de nuestros pasos, son arrancados por el huracán ambulante que forman las piernas suaves que deslizas andando. Y yo, ¡qué hago! Pierdo el hilo, la corriente y las fuerzas; me desvanezco ante tus pies, te adoro cual princesa, ¡no de un reino! ¡No de la tierra! Es mejor el aire que mueve, esparce y desordena tus cabellos mientras buscas el filo del abismo en el que posarte, contemplar la vida con ojos brillantes, abiertos, ahora cerrados, buscando la lágrima negra que entregarte. Ahora, sueña, pequeña. Aún quedan siete vidas felinas que van de Tierra en Tierra.

Denso...

Quieres ver el cielo
suyo, ¿verdad? Aléjate:
cojamos impulso, ¡ahora! Saltemos
juntos a un manto oscuro.






Caos.
Perdido.
Sin ilusión
Vagando por
Nubes geométricamente
Variables.

Desemboco
En tus alas
Y alzo el vuelo con tus hadas
Sin hado dorado, no tengo
Nada claro, sé que muero

Estoy enfermo
Y no quiero
Seguir
Con tinta
Que pierdo

No es
Sangre,
No vivo
De eso.

Busco el sonido
De tus labios
Al separarse
De los míos

Oigo
Tus pasos
Te escapas de entre
Mis brazos.

DENSO…

Roto pero unido
Por el azar del
Hilo

Caído al vacío
Empujado por el fuego enterrado
La destrucción de la mente encadenada…

Oliendo el sudor
De dos cuerpos pegados
Con el amor a flor de piel
Y
El
Sexo

Agotado.

domingo, 18 de mayo de 2014

Desaparición

Nada puede salvarme.
La herida gotea.
Se me derrite el alma.
Las paredes se quiebran.


                                   Caigo
me hundo                  en el barro.

            Frío
es demasiado                                  frío.
                        Sálvame, viento.

Tinta pierdo, se cae.
A nado llego al mar.
Oscuras golondrinas
se posan en mi altar.








¿Es esto, princesa de hielo oscuro
todo lo que puedes arrebatarme?
Despójame -> sentir
libérame de esta traidora vida.







El fuego que encendiste
se hace añicos poco a poco, sin
descanso, sin remedio.

Recogí la ropa sucia, pinté
mi alma en tu cuello
desaparecí, atravesé el techo
de tus imperios
conquistados con esos ojos que
busco desde este infierno.

viernes, 16 de mayo de 2014

Paamya

Con mi letra orgullosa
y el siete por bandera
saludo a compañeros
que viven lejos de esta inopia.

Donde árboles suspiran
con el don de la vida
bajo una sombra aislada y pura
y Envidia se suicida.

Es esta, mi nación,
¡Mi gran nación! Donde yo
y todos convivimos.
¡Por fin, escribir, se hizo realidad!

Es un soñar despierto
estar en un desierto
y que toda el agua disponible
se derrita en nuestras penas

con metaconciencias
y luz alrededor
para saber dónde se han caído
y poder levantarlos.

No solo habita él.
A su lado, el oro,
el viento, magdalenas,
una infancia viva,

el fuego informal,
Responsabilidad,
y, para terminar,
el Padre de nuestra constitución.

Pintaremos el cielo
con la sal de la mar
reiremos en infinito charlando
unos cuantos veranos.

Sello nuestros corazones en tinta
y, juntos, esperamos nuestras cintas:
ni tan siquiera el odio ni miradas despintan

esta existencia que nadie hará extinta.

domingo, 11 de mayo de 2014

Perdición

Es hora de hablar (solo)
de las penas y las lágrimas caídas
absorbidas e interiorizadas…

¿Sigues pensando
que estás solo?
Estoy contigo,
hermano.
Sé que me odias
pero yo no te abandono.

Has vuelto, y ya quiero
que te marches.
No quiero olerte,
no quiero palpar tus negras
venas saliendo a través
de mi piel.


¿Por qué transcribes?
Ellos piensan que no existes
y que no existo
pero tú sabes que soy real
como el dolor mismo
que te clavo, y te hundo.



La locura nunca tuvo maestro
pero tú eres el dueño de mi tortura
quiero irme, morirme, en fin, ser libre
pero tú sigues siendo el dueño…






Ni siquiera esto te puede salvar
eres mío y de nadie más
morirás abrazando mis lazos oscuros
soy el veneno que tu alma ha buscado
durante muchos años.



VEN AQUÍ

jueves, 8 de mayo de 2014

En el limbo negativo

Me gustaría escribir y que nadie oyese las voces de la pretensión. Pero, ¿qué más da? Ya hace tiempo que dejé de soñar. Y no me importa. De verdad, ¿quién se va a preocupar? Qué más da. En su día, di, pero no sirvió de nada.
Muchas veces busco, entre las torturas oníricas que representa mi mente, la esperanza. La quiero ver como esa mujer que me embelesa, que me tira hacia arriba con sus redes arácnidas, pero no está. Yo la maté. Algunas veces pienso, pienso demasiado, pero, de cuando en cuando, se cuela un rastro de color distinto al común, y hablo con ella, y me dice: “¿Por qué estás así? Me dijiste que serías feliz.” Y no es que te quisiese mentir, pero no lo soy. No lo conseguí. He roto otra promesa más, de las tantas y tantas que te pinté en el estómago cuando te conocí. Ah, qué tiempos. ¿Recuerdas todo lo que te dije? Yo sé que te dije. Pero ya no. Porque me perdí. No sé dónde estoy, y ni siquiera sé quién soy, en qué me convertí. Por eso suelo navegar por prados de cocaína azabache, donde, si alguien se acerca, puede verme, pero sé que no preguntarán. ¿Crees que no quiero preguntas? Quiero sus preguntas.
He diseñado esto como la única carta que dejaré antes de marcharme de verdad. Intenté no joder al mundo pero ya él se encargó de saludarme con sus buenos días, tardes y, sobre todo, noches. Siempre de noche. No había luz. Llegaste, pero tuviste que irte porque tu familia real te reclamaba.
Han llegado. Estoy redactando mi despedida. Dejadme quince minutos más. ¿Siete? Bien. No necesito más. Nunca necesité más. Pero siempre necesité. Y casi nunca di. Casi. Lo suficiente. Mente, contigo nunca me llevé. No, no quiero. Echar de menos a un cadáver es ilegal en mi código hormonal. Por eso me reventé las venas a mordiscos. Por eso agarré el cuchillo y dibujé el zarpazo en el corazón. Pude morir con público, y lo hice.








¿Y qué estoy haciendo ahora?

Estoy muerto

Soy de esos que nunca
se han parado a pensar
cuántas veces
se han querido suicidar.

Prefiero detenerme
en un cómo,
es más sólido, menos fugaz
que un cuánto, vacuo, nulo.

¿Tú, lector, o lectora
lo sabéis? El cuánto.
Aunque, si me dicen el cómo
no estaría mal.

¿Yo? He capturado
este cuerpo, ahora inerte,
que yace bajo la cama.

Soy el metal oscuro
que captura todas las almas
con algo de esperanza.

No penséis más en él
—si alguna vez lo hicieron—
ya está muerto.

¿No sé escribir? Qué importa.
Usaré sus medios para traeros
las noticias que salen de su (mi) boca.



La tinta se me fue de las manos
y ha caído en un folio blanco
ennegrecido por el paso de los años
y por todas las penas, heridas y
magulladuras que su propio
veneno le regaló.

El escorpión está débil
y no sabe a qué aferrarse
su mente es demasiado fuerte
y no hay buen sentir.

¿Quién salvará a quién?
¿Importa ya su vida?
No tiene escapatoria
ni huida. Qué ruina.
No le tienen simpatía
por haber sido
un cadáver

en vida.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Siete trazos

Con el paso del tiempo, he ido recopilando todos los elementos que pude encontrar durante mi estancia en el Viaje. Nací poseyendo uno de ellos: el fuego. Ardiendo, cada paso que daba dejaba una huella imborrable allí donde posaba mis leves pies calcinados. Mis manos rozaban suavemente su piel, que se prendía, y dejaba escapar el aire de entre sus pulmones. Este fue el segundo elemento que dominé. La inquietante brisa que por las noches cuidaba mis sarpullidos era mi único consuelo hasta que, de repente, reviví de todos los sueños que había tenido. Me percaté de que no tenía solidez alguna. Me evaporaba por doquier ante su mirada. Mi fuego se derretía ante su agua gélida y fría, congelada por la ingravidez del tiempo. ¿Y dónde quedaba nuestra tierra? Allí, donde poder descansar nuestros troncos, donde reposar las almas impuras. Limpiarnos el uno al otro con una hoguera congelada, aliñada con sentimientos parejos que nos unieran de por vida. Con los ojos en el mar sin congelar, así me quedé cuando ella se fue. Susurró varias oraciones, pero solo necesité su turquesa en la mirada, ojos llenos de agua derretida por la tristeza de una marcha.
Siete años después, frente a los leños calcinados con copos de nieve, me encontré su colgante maleado por el fuego que antaño le entregué. Perdió la unión, pero su transformación desdibujó aquella roca puntiaguda en cuatro espirales de magia intensa. Una sonrisa envolvió mis manos. Volvió a mi lado, y, consigo, había traído arena. Arena que se le apareció gracias al frío viento del desierto. Éramos dos, junto a cuatro, y fuimos uno.

Siete.

martes, 6 de mayo de 2014

Cárcel densa

Noche afilada que desfilas
delante de estos ojos que atormentas
no me dejes huir, encadéname
con esa brisa que dejas suelta.

Me ha atrapado un aire putrefacto
y tú eres la pureza que busco
espero sentado, algo resignado
a que aparezcas a lo bruto.

Y ahí estás, mi pequeña
hierba que retoza ante la presencia
de tus largos brazos helados
por el paso de los años
a la intemperie.

La noche se cierne sobre mi celda
y el veneno se encaja en mi mente
pero estás tú llegando, lo noto
mientras me desmayo, inerte.

¿No me sientes? Sigue buscando.
Sácame de aquí, no me dejes solo
estoy desesperado y necesito un soplo
de aire fresco, ahora que estoy enamorado

me caigo a un vacío ennegrecido por el paso
del óxido cansino. Ahora sí te puedo vislumbrar
entre tanta densa niebla vaciada con la ponzoña
de la soledad que escribía el fin de mi historia.

Oh, sí… Puedo sentirte. Estás dentro, y me hielo
con cada zancada que das hasta mí. No dejes de caminar.
Me siento respirar un aire tan limpio como el iceberg
que te protege ante toda adversidad. He salido.

Pero no me dejas terminar, y te vas.
Mis siete lágrimas dejo aquí grabadas
búscalas en el margen cuando, tal vez,
me necesites, pero no me necesitarás:

tu fría ventisca siempre te protegerá, oh,
querida, pero, si falla, si el viento deja de soplar
no te preocupes: lo volveré a pintar, no soy pintor,

no soy nada, pero puedo existir si me amas.