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lunes, 25 de mayo de 2015

Me mudé de la capital

Ándele, no se preocupe más. Todo está bien atado para conseguir la plenitud de los objetivos marcados. Acompáñeme. Elija la bebida que desee. No pasaron más de diecisiete minutos antes de la explosión que cambiase mi historia. Me gustaría corregir que la historia no es todos ni es nadie, es una, usted, o yo, separados o unidos, como quiera. Es uno, no es nadie, no son todos. Venga, dele un sorbo a algo. Es gratis, se lo aseguro. Y lo aseguré con una firmeza que desconocía hasta ese momento. Diecisiete minutos contaron los diecisiete entes que cantaban durante el transcurso de cada uno de ellos. Por esta razón no tengo historia que contar. Somos uno, ni nadie ni todos. Ya conocen esta historia. Créanme, confíen, no es imposible, no es tan difícil.

El cielo marcaba el fin del principio dando paso a la modernidad completa. Las banderas se alzaban en el aire como los birretes al final de la carrera. Se proclamaban las naciones con abrazos entre ellas mientras yo, en una esquina, derramaba alguna que otra lágrima. Una, dos, tres, perdí la cuenta, no quise alargarme en mi propia (nueva) existencia; el sufrimiento de haber visto todo aquello antes de que sucediese nadie lo puede describir. Ni yo mismo; yo, uno, solo uno; yo. He aquí el testamento que le dejo al resto de la humanidad, si logran conservar ese significado. Yo ya me bajé del barco.

viernes, 22 de mayo de 2015

Las noches sentado en mi zaguán del Oeste

Comencé a respirar desde pequeño, aunque tal vez ya no recuerde la primera vez de mi fortuna. Caminé con respeto hacia todas las cosas que me superaban hasta que yo llegué a ser más grande; entonces mi mirada se posaba y descansaba sobre todo aquello que una vez me hizo sentir parte del suelo. Poco a poco me fui dando cuenta de que podía rozar el techo con mi nariz. Oler el rastro de la brisa que deja el aletear de una parvada de aves enfermizas, que piensan en la inexistencia de fronteras de tiempo en tiempo, me dejaba recuerdos ajenos en mis manos, los cuales traté con un cariño algo exiguo. Supongo que esta fue la causa de mi condena a largo plazo a pesar de que esta se me hiciese estrella fugaz. Me dejaron de visitar las que abrazaba con la oportunidad presente.

El manto oscuro lo tapó todo, protegiendo su interior de cualquier ofensiva externa que pudiese tropezar en su camino. Yo se lo agradecí con unos versos más bien desnudos, carnales, llenos de sinceridad. Sus estrellas siguen latiendo allá en el firmamento que lejos me queda desde mi tumbona de aprendizaje. Paso las páginas de cualquier libro que me trae el céfiro laminado de sutiles líneas turquesas... Me atino en alguno de ellos. Prosigo el descanso, mis pérfidas lecturas, las visiones rivalizando con las huellas de todos los extranjeros, trago un airecillo que se acomoda en el vaso de tinta. Y puedo confirmar que aquel lóbrego manto me surtía de un bienestar inusitado.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Puertas y ventanas selladas

Dígame, ¿cómo es el infierno?

No paraba de mirar hacia el suelo. Las constelaciones seguían siendo algo sutil para los ojos perdidos en aquellas líneas opuestas al orden y razón. Qué mal, con la brisa susurrando, qué mal todo. ¿Qué es lo que hago yo aquí? Se me ha debido perder la cabeza en algún lugar del camino. Los caminos de la vida son inescrutables, como algún que otro designio. ¿Cuál es mi futuro como compendio del saber? Seguían las brisas buscando un mar al que aferrarse, pero allí solo había piedra y tierra. Créanme, zarpamos hacia el infierno no ha muchos años.

Dígame, ¿cómo fue el cielo?

Arriba y abajo. Las centrales llenas de energía desde donde impulsarse hacia vete tú a saber dónde. Quién lo iba a saber a estas alturas, con tanto tiempo pasado. Qué va, no se preocupe, todo irá bien. Las fábricas seguirán produciendo. La productividad, señor, sigue aumentando. Muchas gracias por su informe. Es una pena, ¿cree usted que es una pena? Yo sí. ¿Yo? ¿Quién es ese...?

Señor, señor. Despierte, señor. Han llegado con el mensaje que esperaba. ¿Todo en orden?
Todo en orden, señor.

Pues sí que han acabado rápido con la tradición.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Sultanes del 'Swing'

Os vengo a narrar una pequeña anécdota que me ocurrió no mucho ha mientras buscaba algún rincón oscurecido donde poder comenzar mi viaje. Pasó que en el transcurso de mi búsqueda, hallé aquel lugar que tanto ansiaba. El problema (que resultó ser la ventaja que menos pensaba) es que allí ya había alguien, otro viajero bien equipado dispuesto a zarpar hacia la nonada. Entorné los ojos, aunque luego comencé a confiar. Si él quiere lo que yo, por qué no.

Tras una larga hilera de pasos quedos, alcancé su hogar sin llamar a la puerta, que no había. Entré, me senté, y miré a mi alrededor, donde el vacío de las estrellas me otorgaba cierta tibieza cómoda. Allí, mi acompañante durante aquella jornada me reveló varios de sus secretos. Y uno de ellos no fue de mi agrado. No es un secreto pues ya todos lo conocen (a él y al secreto), pero lo contaré brevemente, el tiempo se agota (?)

¿Qué hacen entrando y saliendo ellas? No las entiendo. ¿Por qué no nos quedamos en un lugar o en otro? Yo, con inocencia, levantando tímidamente la Voz, dejé caer, ahí, en mitad de nuestra nonada, que si no sería mejor la mezcla, la evolución, el mejorar sin parangón. Él levantó una ceja, agarró su bastón y salió de allí con otros pasos, más quedos. Yo me fijaba en él, en su figura, en cómo sus dedos agarraban con una firmeza ligera el bastón. Fue dejando un reguero de tinta inexpugnable, que acabé bebiendo en un afortunado accidente.

jueves, 7 de mayo de 2015

Un siete bailarín

—Ya has vuelto, ¿verdad?
Y así era. Todas las tardes que se quemaban ante la impasibilidad de unas cuatro paredes se reunían ante ellos dos como un par de claves musicales. La armonía bailaba con destreza y agilidad en aquella pista de baile, buscando la venganza entre las eras pasadas y las venideras, mientras que los protagonistas, en la intimidad de un ligero resplandor lejano, disfrutaban de sus alientos entrelazados. Pasaron unidos una eternidad que se tornó ligereza, sutilidad. 

Tienes razón si te acercas a mi oído y, con los brazos en un chantaje de roce a roce, me hablas con pena de la poca presencia que hago en tus noches sin tinta. Y no tengo nada con qué disculparme, si no fuera porque, bueno, al menos aquí estoy, ya sabes, de vez en cuando no sobra un trago de esto, y de aquello. Porque esta es mi nave de escape, pero no tengo planeta al que huir si, estando junto a ti, puedo crear un universo que no posea límites, que no tenga fin.