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sábado, 12 de diciembre de 2015

La nada, lo vacuo

Me esperaba estos resultados. Tras miles de años caminando envuelto en distintas ramas, raíces, formas, gotas; después de tantos avances, hemos vuelto al principio. No me ha quedado nada a lo que agarrarme incluso habiéndome rodeado de todo lo que siempre he anhelado. El frío, no ya el natural, que puede ser positivo, sino aquel que se cierne sobre las almas y erosiona el calor poco a poco, ese es el que me habla y escribe todo esto. Han desaparecido tantas cosas que he llegado a la conclusión de que ninguna fue real. Todas, absolutamente todas, se crearon gracias a las ilusiones que, desde pequeño, inocularon en mi sistema.
Soy un sistema dentro de otro, y así continúa la cadena sin proporciones, no delimitada para el ojo vago. Bajo, oculto, desapercibido; así es mi perfil, difuminada la silueta, porque la goma de borrar ha hecho su efecto en mí como pretende en todos, poco a poco. Yo, siendo propiamente un sistema, me descompongo: las piezas se desencajan porque ellas solitas se han percatado de que algo no va bien. Las chispas no paran de nacer y morir, fulgurantes, como la historia. El proceso se repite una y otra vez, y no hay nada más que añadir al mismo para describirlo. Todo está escrito. Ahora ya me toca descansar.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Conversaciones interiores

—Creo que lo voy a dejar.
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes. Le he estado dando vueltas. No creo que mi sitio esté aquí.
—¿Pero qué cosas dices? Has bebido demasiado. A ver, acércate, déjame olerte el aliento.
—No, no. Lo he estado reflexionando. He buscado motivos de peso, alguna razón que argumentar ante mí mismo para convencerme de que esto es lo mejor; quiero decir, que debería seguir haciéndolo porque me desatasca la nariz y me permite respirar mejor. Todo en lo que creía hasta hace bien poco se ha desmoronado.
—¿Y qué es lo que ha ocurrido exactamente para que todo se caiga? Sigo algo anonadado.
—Probablemente me dejaron demasiado tiempo para pensar.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Remansos de paz

¿Qué es lo que se me cruza por la cabeza? La giro y, a mi derecha, solo veo gestos magnéticos, recipientes sinuosos que llaman a la carrera infinita, incansable; realmente no sé qué hacer exactamente. Las venas laten con algo más de intensidad que de costumbre, y siempre quieren algo más; no sé de dónde sacar algo más, ese algo que sacie de una vez mis venas y mi pensar. A mi izquierda, no queda nada; el vacío estoico se halla impune, limpio y pulcro gracias a su imaginada santidad. ¿Qué hay que elegir, si acaso pudiera? El recto camino se considera el equilibrio de vacío y cantidad; en suma, forman la felicidad elevada. Pero, ¿y si quisiera nadar por una noche en el mar de la lujuria? ¿Y si el próximo día prefiriese el limbo perdido de todas las manos mitológicas?

Me doy la vuelta, buscando cualquier libro que el destino me haya dejado en la mesita de noche. El sueño se escapa poco a poco de mis ojos y, junto a él, se van ella y mis contenidos deseos, descosidos por aquellas manos tan inocentes a primera vista; blancas y relucientes, pero mortales y afiladas. ¿Qué se ha de hacer contra la avidez? Busco respuestas en cadáveres abiertos, expuestos a miradas discretas, discretísimas. Y, allí, para mi desgracia —o confirmación de todas mis latentes aspiraciones—, tengo permiso para acceder al amor más bajo y, así, saltar al más alto risco que mi cuerpo me permita: él me ha dado el permiso; él, compañero de patria, orgullo oscuro a los ojos reticentes, que miran pero no ven... Sí, es aquí, me confirman. El remanso de paz donde ser uno mismo delante de cualquier espejo posible.

domingo, 25 de octubre de 2015

Puntos suspensivos

Un camino que da hacia la bifurcación que nunca quisimos ver. Un barranco con el fondo perdido, donde las almas vagan buscando el suelo para descansar de una vez por todas. La ambigüedad de los puntos de vista que, incluso unidos, no hacen más que reflejarse los unos a los otros, como en una fiesta de máscaras eróticas; allí solo se ve lo que uno desea ver, como lo desea, por donde lo pide. Es el aire que sopla levemente, acariciando cada poro de tu piel, preguntándole a tu melena si es suficiente el soplo para que el movimiento sea lo suficientemente flexible como para cuidar las raíces. El agua que cae como el susurro declarado tras la ducha, la higiene de los pecados. Allí donde nadie ha llegado; al menos, nadie lo ha comunicado. ¿Habrán logrado alcanzar su meta? ¿Dónde estarán ahora, si no es allí? ¿En qué nos basamos para sacar conclusiones del signo más significado de la historia? El tres aquí es el tronco de todas las ramas del ser humano. El tres no es, ni más ni menos, que el equilibrio que siempre hemos buscado. Ahora que lo hemos encontrado, solo nos queda hallar su mensaje.

domingo, 11 de octubre de 2015

Desperté

Te pediría, por favor, que no volvieses. Que no volvieses nunca más. Nunca con tanta sinceridad te he hablado —porque no se usa nunca del todo la sinceridad; uno se guarda algún trozo bajo la manga, para que no se la quiten—, así que detente y escúchameY ahora, devuélveme lo que me pertenece, por favor. La doble chapa plateada, rasgada por los encontronazos, los roces a propósito y el paso del tiempo seguía intacta a pesar de haber sido arrebatada del cuello de su poseedor hace poco más de una hora por un maloliente matón. Estaba contratado por la misma persona que ahora le había devuelto lo que era suyo; el único objetivo de la parte contratante era llamar la atención de la víctima: una oportunidad para hablar con él, después de tantos años. Pero los trenes también dejan de circular.
Mientras huía con mi compañero, de repente comprobamos que, efectivamente, estábamos rodeados. El sol se había ocultado tras los altos bloques de pisos, pero las ventanas estaban todas tapadas con tablones de madera. Si pretendía traspasar las paredes, que podía, porque no existían, no lo iba a lograr a través de la rutinaria huida del aliento global urbano. En nuestra espalda, dos sicarios sobre una escalera de emergencia. No hay salida. En nuestros ojos, una gatling bien instalada, algo roída por el paso del tiempo, pero seguramente funcional como para, al menos, detener nuestra fuga. Salté a un lado, con ninguna esperanza, pero lo hice por ver dónde iba a acabar. El cielo se empezó a despejar. La vista no se anegó con nubes ni con lágrimas. Alcé la mano, miré el torso, luego la palma. Unas gotas de sangre manchaban esta última. Cerré los ojos.
Al poco tiempo, desperté.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Salón de actos

Frente a aquella puerta, no podía hacer más que temblar. La incertidumbre se había apoderado de mí en aquel momento. La puerta se hizo portón y no paraba de crecer. O puede que yo me hiciese algo más pequeño que de costumbre. Tal vez, alguien me bajó del pedestal al que me dejaron subir sin yo siquiera darme cuenta. El pomo estaba frío, o quizá los nervios se habían concentrado en los poros, en las huellas dáctiles... Ahí quedaría, para siempre, una cierta impronta personal. A pesar de todo, pude girarlo y entrar en lo que se me asemejó a otro mundo distinto. El pasillo aún se hizo de rogar y quiso alargarse algo más antes de entrar en escena. Sin embargo, logré que los focos no me cegasen a las primeras de cambio y vislumbré, con los ojos entrecerrados, que los asientos estaban vacíos. Donde yo esperaba a una muchedumbre rabiosa y armada hasta los dientes solo encontré espejos que reflejaban lo poco que quedaba de mí. Me caí de la tarima, del pedestal o del altar. Ya no seré adorado nunca más. Perdí en algún sitio o lugar la cuenta; no sé cuántas ofrendas he de dar.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Piso franco

Intenté pasar página tras lo sucedido. Me mudé equidistantemente al otro lado de la ciudad. Un piso bastante austero, justo como había quedado mi carácter, los poros de mi piel cuando ella se fue. Aún sigo pensando, con una seguridad que me asusta, que no se ha marchado. Se la llevaron. Por eso, en cuanto abro los ojos tras dormir menos de lo indicado por los expertos, lo que observo es un tablón de corcho que me acompaña desde aquello. Allí, cuelgo las fotos, los recortes de prensa y cualquier tipo de información que encuentro por puro azar o por pura insistencia. No hay nada más bonito que la insistencia. A veces he escrito sobre ella y la he mandado a recoger dinero por mí, y lo trajo. Ahora las tornas han cambiado; sólo vivo mirando por la ventana, esperando que las farolas se deformen y tuerzan formando un mapa hacia mi desaparecida. Mi raptada. ¿Dónde se la pueden haber llevado?

Me levanto de la cama. Ya he vuelto a comprobar que no he perdido capacidad mental para recordar dónde he puesto cada foto y qué expone cada una. La primera vez que nos vimos, nuestro primer beso, nuestra primera despedida. Algunas fotos las hice con una cámara que no tenía nada en especial; otras fueron palabras que ella me dedicó. Su mano era la de un ángel a la hora de escribir, pero no solo: también cuando me daba el honor de poder acercarme a ella, sentía el perfume celestial que irradiaba sin necesidad de agentes externos. Todo aquello se esfumó como el pincel que quiebra en el áspero lienzo. ¿Qué es lo que estaba esperando allí, encerrado, solo acompañado de mis pensamientos? Desayuné la última porción de cereales del mes. Iba a entrar otro mes, uno más, y los días seguirían pasando, como los viandantes en la acera que veo caminar todas las semanas.


He perdido la cuenta de la actividad transitoria de mi calle. Los coches se acumulan a la hora del almuerzo; trabajadores que salen de la esclavitud y esperan con ansias llegar a su pequeño oasis de fingida libertad. Otros salen a esta hora a aquel desierto limitado. Es un ciclo. Un círculo que se repite, como mis ojos buscando alguna nueva pista en el tablón, como la compra semanal para subsistir, a la espera de encontrar algo que revele lo que busco desde hace… ¿siete? Perdí hace mucho la cuenta de los años. Cada vez que intento recordarla, saco algún libro al azar de Borges; le cojo prestado su báculo temporal y empiezo a nadar con tranquilidad. Es mi mar limitado a presión, relajante para todos los sentidos que aún poseo. ¿Cuándo se cerrará mi círculo?