Banner

viernes, 27 de junio de 2014

Pereciendo no es gerundio

Hace ya tiempo
que no me encuentro
ni siquiera mirándome
al espejo.

Me aprisiona una presión
que nace de mí mismo
y se apodera de mi pecho.

¿Qué he hecho?
Busco el camino
pero la luz que me inundó
se ha ido…

No quiero sentirme
tan perdido
no lo puedo evitar
al menos déjame
morir contigo.

Lucho contra mi persona
para sacar esto adelante
tengo un mar que navegar
una batalla donde no fracasar.

¡Dar ejemplo!
O, al menos, ser el faro
poder se puede, créeme
los dos juntos podemos lograrlo.

¡Sin rendición!
Aunque ahora esté cuesta abajo
cayendo con el sol eclipsado
por la densa neblina que rodea
mi mente, mi pecho, mi visión…

¡Encontrémonos juntos al atardecer
de un nuevo día bien pintado!

Ahora, durmamos
antes de que el monstruo

salga de caza.

miércoles, 11 de junio de 2014

Me bajé en la estación adecuada.

Supondré que hay algo mejor después de todo esto.
Que contar mis pasos, en realidad, no sirvió para nada.
Dejaré entrever el tedio en el que me baño
para comprobar que solo yo debo solucionarlo.

Pero, de vez en cuando, no rechazaría tu compañía.
Esperanza que se derrite y huye entre mis líneas deformes…
Cansado, dejé de contar.

Empecé a sentir tus pensamientos por mis venas,
me inundas con tus creencias, absorbo y asiento,
selecciono lo mejor para este experimento
que es la vida.

Largo y tendido te escribiré en papel amarillo,
que te recuerde que estamos de paso, pero que con
paso decidido, podemos llegar muy alto.

Busco en un folio en blanco un soplo de aire fresco
porque tú, mi niña, estás perdida
entre esas montañas de árboles que ya han fenecido.

Y como el agua que destilan los ojos por dentro,
así es como hoy me siento, solo, pero entero,
¡siempre entero! Aunque ahora completo

por tus alas, tus gráciles movimientos
me quedo absorto ante tu mirada otoñal
donde la primavera nunca llega, nunca llega…

Ahí te esperaré, sentado delante de la chimenea,
con las zarpas calmadas y la estantería completa

de nuestras andadas.

martes, 3 de junio de 2014

III

Siento su lejanía.

El corazón, apretando.

La mente no rueda…
Mi cabeza se va andando.

Estoy perdido, estoy confuso.

Moribundo.

Hundo mis rodillas,
buscando tu aliento
de fe
en mi espalda… Se eriza
la carga.

Y qué más.

Abandonado en este percal
de lodo, cieno y tinta negra.

Es mi final, el destino.


Morirás solo.

domingo, 1 de junio de 2014

Arena blanca, arena negra

El galgo negruzco no podía alzarse, elevarse, volar. Pero sí podía correr, galopar, deslizarse por la tierra, incluso el mar, para llegar. Y qué hice yo sino imitar al sombrío galgo. La arena me engullía, mientras que el mar me escupía en la cara con sus largas y saladas olas. ¿Qué hacer, entonces? El galgo infausto me esperaba al otro lado, donde la arena se teñía de sangre corrupta y las piedras estallaban inmóviles en el cielo, buscando una estrella que las cobijase. Aquel, ¡aquel era mi mundo!

Pero no podía cruzar. Aún no.

La esfera no estaba limpia. Es más, irónicamente, debía ser blanca para poder teñirse del color elegido, el color connotativo de lo desfavorable, de lo desafortunado: y que, sin embargo, era mi hogar preferido. No hay hogar preferido; hay hogar, a secas, y ese era el elegido.

Al galgo le crecieron los músculos sobremanera, y mis ojos intentaron hacerse más precisos para sondear a aquella bestia. Estaba perdiendo el control, y yo nunca lo tuve. Seguía sin poder cruzar.

Pero la esfera, cada día que pasaba, era más diáfana. Su cristal dejó de ser turbio, sus cimientos se derrumbaron por el peso del vacío que contenían.

Y aquí estoy. Andando por encima del mar, lleno de criaturas terribles que, desde tiempos inmemoriales, buscaron acercarse y abrazarme. Pero ahora las rechazo con todas mis esferas.


Voy a por ti.