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jueves, 7 de mayo de 2015

Un siete bailarín

—Ya has vuelto, ¿verdad?
Y así era. Todas las tardes que se quemaban ante la impasibilidad de unas cuatro paredes se reunían ante ellos dos como un par de claves musicales. La armonía bailaba con destreza y agilidad en aquella pista de baile, buscando la venganza entre las eras pasadas y las venideras, mientras que los protagonistas, en la intimidad de un ligero resplandor lejano, disfrutaban de sus alientos entrelazados. Pasaron unidos una eternidad que se tornó ligereza, sutilidad. 

Tienes razón si te acercas a mi oído y, con los brazos en un chantaje de roce a roce, me hablas con pena de la poca presencia que hago en tus noches sin tinta. Y no tengo nada con qué disculparme, si no fuera porque, bueno, al menos aquí estoy, ya sabes, de vez en cuando no sobra un trago de esto, y de aquello. Porque esta es mi nave de escape, pero no tengo planeta al que huir si, estando junto a ti, puedo crear un universo que no posea límites, que no tenga fin.

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