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miércoles, 29 de abril de 2015

Seguro que sí

Decíme, ¿cuántas veces hemos de padecer? Decíme, ahora que te postras ante nuestra estancia decorada solo pensando en ti, ¿cómo pasa el tiempo? Decíme, con los ojos algo nublados, si es que ver puedes, por favor. Decíme, antes de que las horas se esfumen en tu piel. Decíme, si después de los hechos no vienen las palabras, impregnadas todas ellas de un olor dulzón, formando un huracán.

Decíme si sopla el fuego, o si la tierra se mueve, el agua se entristece o el aire arde en llamas melancólicas. Decíme tú, que amparas las oraciones que busco desde que los dedos se me mueven. Yo... ¿yo? Nadie que debas apreciar, no apuntes con esos iris enmudecidos. Dejáme, al menos, sacar el arco.

Decíme, ¿qué se siente? No daría nada por tu lugar, pero ahora me entró la curiosidad. ¿Qué se siente nadando en un mar sin final? En un pozo, donde los patios siguen intachables ante el ojeo del vecino. ¿Qué pasa? La noche es un misterio, el futuro no es tan incierto, y mis temas, sus obsesiones y los tópicos se dan la mano en un círculo de podredumbre que nos ahoga poco a poco.

Te digo, no a ti, sino a Él, el manto oscuro que ilumina hasta al más venenoso, al más tintoso. Te digo, llévame de aquí, a alguna isla donde el viento arrecie y nos obligue a crear chispas en la chimenea.

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