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miércoles, 1 de abril de 2015

En la prisión del deseo

       —Bien. Ya hemos terminado con esto.
Encadenadas las palabras, salieron todos de la habitación con una media sonrisa mal dibujada. Al parecer, el diseñador gráfico había perdido una mano al inmiscuirse en una pelea la última noche. Era consciente de que el tiempo que le restaba en la empresa era más bien poco, pero no quería rendirse a las primeras de cambio. A pesar de todo, las cadenas no fueron diseñadas por él. Estas seguían buscando una libertad, alguna forma que se les hubiese escapado para deslizarse a través de la jaula que las aprisionaba y así poder conocer otro mundo. Los moldes se ajustaban y comprimían la imaginación del delincuente, asfixiando la única forma de libertad que ansiaba —y que le estaba permitida.

       Porque la libertad era un artificio creado para complacer al viandante mediocre. Las líneas, violentas, flotan en nuestro medio de convivencia: el aire, la tierra, el mar. El viento las mueve, pero no las condena. El fuego es lo que se debió buscar. Pero el fuego está cada vez más marchito, más inodoro, insípido, intodo. El fuego dejó de ser fuego porque nos borraron el concepto. ¿Por qué dejamos que nos borren los conceptos que más hemos amado? ¿Es que ya no nos permiten amar?

       El diseñador volvió al trabajo siete años después. Buscó a la empresa que lo había echado, ahora él disfrazado de la revolución que les llevaría a la vanguardia del éxito. Con promesas de liderazgo mundial, fue, de nuevo, acogido. Los gritos se habían aplacado, pero el susurro del viento encendido seguía presente, plasmado con algo más de intensidad en la habitación que le costó la vida. ¿O le costó la muerte? Había renacido, pensaba. Por eso, quiso evolucionar, aprendiendo de sus errores. Derribó la puerta, y un tumultuoso regocijo de primavera invadió la prisión de la expresión.

       Seguimos incapaces de ser libres porque vivimos aprisionados por nosotros mismos. Pero siempre hemos podido romper nuestros límites y traspasarlos a otros. Por eso estoy aquí.

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