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sábado, 31 de mayo de 2014

Los dos

No te quiero hacer girar la cabeza.
Te puedes hacer daño, mi pequeña.

No sé hacerte honor,
princesa lúcida
que navegas el aire
y respiras el mar.

Desde las más hondas entrañas de
este infierno que habito, —no es dañino,
créelo, aquí tendremos equilibrio—
enfurezco estos versos tan ricos
buscando honrarte a
ti, buscando mi alivio.


Cuentan los dioses,
[a ellos agradezco
tu creación]
que planeas con fluidez y sutil
elegancia; no creí hasta que
te vi flotando, ligera, con tus
alas de agua y arena.

¡Y me enamoré de
ti, mi reina eólica!
Me susurrabas pensamientos y
yo cabalgaba con fuego y cicatrices
hacia el universo
que compartiste con
esta imperfecta llama.

¡Arder! ¡Congelar! ¡Sentirlo y vivir!
A tu lado solo quiero estar;
ellos sueñan con ser héroes
los otros vigilan las puertas de
roble recién talado.

Y tú y yo,
solamente nosotros
dos, enterrados en
amor completo.

Déjame amarte en grito sepulcral.

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