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viernes, 16 de agosto de 2013

Naturaleza

Soy una roca.
Y veo al mar enfadarse.
Y su bravuconería acaba en fanfarria.
Y las hojas se pasean.
Y las huellas son arrastradas por el agua.
Y la arena se endurece, se reblandece
con el paso de los días, con el paso
del mar.


Soy un faro.
Y veo a los barcos pasar.
Y veo cómo las olas
se apoderan de las rocas.
Y veo, también, las algas
en el fondo, huyendo del mal.


Soy una nube.
Y veo a los transeúntes
andar por el paseo marítimo.
Y no tapo al sol porque el sol
quiere ser mi amigo.
¿Quiere ser mi amigo?
¿Alguien me ha visto?
¿Soy algo tangible?


Soy el viento.
Siempre indeciso.
No sé dónde ir.
Pero sé qué decir.
Dónde empujarte.
Hacia dónde guiarte.


Soy el silencio.
El más ignorado de los silencios.
Derramo palabras en versos ajenos
a cualquier constelación astral.
Porque las estrellas son importantes.
Con sus satélites. Y sus lunas.


Pero ellas no me necesitan
porque no me ven
porque, en el espacio
no hay viento, no hay mar,
no hay faro, no hay nubes
solo hay aciertos
no hay variables
solo constantes.


Y constantemente pienso
en por qué decidir
hacer de ti algo importante,

ya tenía que ser intenso...

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