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domingo, 22 de diciembre de 2013

Dos palabras y un punto sin final

Tengo tus ojos en un cazo
de saliva negra, bizcos ellos
los he cazado mientras dormías
en tus sueños murmurabas unas
cuantas mentiras, ¡qué risa!
Cantabas las bromas de tus enemigas
que hacías buenas migas con mis amigas
incluso mi nombre salía a escena, dando
saltitos de alegría, mis ojos como platos abrí
en un instante, ya era abril, allí estábamos
los dos y varias cabezas más
sangre en las paredes y mis uñas arrancadas
por tu piel, tú sin respirar, no sé por qué,
yo, en calma celestial, me bañé con tu podrida
especie, tú, tendida en la lona, con la boca
arrasada por mis llamas, mis dedos llenos de fuego
y mi alma atiborrada de armas de fogeo.

Floja, tierna
tu carne no es precisamente áspera
no esperaba menos, nena
tras descuartizarte con una sierra
bien afilada con los huesos de tu hermana
¿qué? ¿Demasiado gráfico? Pues aún
no he mencionado a la querida de tu mamma
devora esporas de ilusión como buena persona
ser humano que piensa en la salvación de su conciencia
la creía concienciada después de haberte tenido
entre sus brazos: su vida estaba sujeta a la muerte
de su retoño a mi retorno: he vuelto con las balas
cargadas en estas pistolas de mano, ¿entiendes?
Disparo tinta en cápsulas de metal serigrafiado.

He usado títulos de películas, libros y,
mi vida, ¿piensas de verdad que eres importante?
Podría analizar tus varias direcciones, por qué
aún te crees bebé, bebo de esta copa de vino
y vine a pensar: qué pasará si escribo con sangre
y no con arte. Aquí me tienes, con el pecho
descubierto y el corazón latiendo latente
en él: es sutil, como el puzle en el suelo,
lleno de rojo falso, pareciendo muerto
y, despierto, encerró todos los celos.
Esto aquí descrito haré yo con tu cielo
donde cantas la mejor canción del mundo
te crees encima de él y ni de puntillas
puedes acogerte a las nubes que, de lejos,
ves. Tu clavícula es la clave de mis películas
montadas en la madrugada con mis fenicias
qué ricura tus huesos blancos y la delgada línea
cruzada por tus bellos ojos, todos aquí dentro
bien rígidos, fríos, retengo información fútil,
es vital que mi esencia te diga respira
puede que te agobies leyendo todas estas
barras, más largas que un día sin pan,
más corta que tú en mi cama, te pongo
punto y final con estilo, estiro la sangre
y expulso arte, instauro mi dictadura
¿demasiado rudo? Verás cuando esté

encima de ti, señorita puta.

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