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sábado, 1 de marzo de 2014

Un viaje

Llevo viajando 19 años
con la montaña rusa y japonesa
en la espalda, bien amarradas
y el ansia de la adolescencia.

Iba con los ojos entrecerrados
porque hacía mucho viento.
Los árboles del mar siguen de pie
pero yo me he tambaleado más de una vez.

El agua que estos respiraban, yo la podía ver.
Pero no podía beber, porque no era mía.
Por eso, ahora tengo sed. Pero no tengo
fuerzas para beber.

Y me fui a buscar el césped de la almohada
con varios puñados y un poco de sal
encontré a la sustituta ideal. Momentánea,
pero ideal.

Y vi tus espirales. Y navegué enrededor
hasta haberte conocido sin hablar de mí.
Con mi telescopio surcando las curvas
del monumento que te hicieron en aquella isla.

Y vi tus huesos. Perdona por ser tan grosero,
pero no encuentro un verso hecho a tu medida.
Que podría abarcar de un lado a otro con este barco mercantil, pero no sería suficiente para ti.
Y vi tus besos.

Llevo viajando 19 años
y en esta montaña prefiero asentarme.
Tengo vistas bonitas. Allí, una luna.
Allá, su manto negro protegiéndose
la una a la otra.

Abriré bien los ojos
mientras esta se cierne sobre aquella.
Y así los tres podremos ver
al tiempo, si existe, pasar, nadar,

morir. Volver.

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