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sábado, 15 de marzo de 2014

Prácticas a un corazón malherido

Ahogando suspiros
Ahondando en ellos
el mar negro se lanza
en busca de la nuez perdida.

La espuma y su sal
se unen en matrimonio
consagrado, pero él
es pagano y no tiene papeles.

Con las cuerdas en su espalda
y la espada en alto
cae en defensa de su alma
con el arma golpeando. Errando.

Y una bola de rocas perennes
rueda por el oeste de la arena
y las dunas se empapan de alegría
cuando oye a sus pies gritar.

El pájaro que busca la comida
allá en el cielo que ya no habita
las alas quemadas por un sol demasiado
cercano e insistente.

Le han cercenado los brazos
al comandante. Las órdenes
se perdieron con el aire, que llegó
demasiado tarde. Las balas cayeron.

Calló el cantante cuando la vio
posar cerca del bote. Y se convenció
a sí mismo: le cantó una canción rasgada.
Y le rasgó el vestido, la piel y el corazón.

Los dos están muertos, y yo estuve en medio.
El problema es que las huellas siguen pisándose
y yo no sé ya qué pensar, o si pensar, o si callar.

[Se cierra una pluma]

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