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sábado, 12 de abril de 2014

Hoy, hoy, hoy. No hay mañana.

Hoy, no importan las palabras.
No importan los gritos, no importan
los poemas ni las descripciones
no importa la tinta blanca y derretida
el mármol sólido tras el amanecer,
la oscuridad brutal en la que me sumerjo
nada de esto queda patente
en un mar lleno de teclas equívocas.

Hoy, no importa mi existencia.
¿Existo? ¡Eso comentan!
Pero yo no les creo. Ya no creo.
No tengo pintura. No tengo pinceles.
No tengo preguntas porque quemé
todas las respuestas en mi mente.

Hoy, me quieren calificar de poeta.
Y les escupo. No me llamen. No
me etiqueten. No soy nada. ¿No lo ven?
La transparencia de un papel al vuelo
fijado por sus aspiraciones y congelado
por sus deseos de morir al lado de su madre.

Aquí, ha llegado el invierno
de todas vuestras primaveras.
Estoy temblando y puedo afirmar
en voz susurrada
que no quiero saber nada.
Porque no sé todo.

Hoy, dejé de importar.
Porque he muerto.
Por dentro.
Hasta el fondo.

Y ni una gota ha quedado.

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