Y mientras por el agua
íbamos, navegando suavemente,
las miradas indiscretas nos buscaban,
queriendo encontrar la lujuria
sumergida.
Que a una esquina del mar, niña,
nos mudamos, para quedarnos allí
todo el rato, hasta que la marea
subiese
y nos fuéramos.
Pequeña, yo ahora recuerdo toda la
gloria
que pasó por mis dedos. Ahora están
solos,
pero antes, ¿recuerdas? Antes eran
tuyos.
Duermo, y veo estrellas alzando la
cabeza,
y ellos en tu mano sonríen, porque del
frío
les cubriste.
Y en la esquina del mar, pequeña,
descubrí varios secretos
que llevabas a cuestas. Sin embargo,
tú ya no quisiste más, ya no
me quisiste más.
Investigué y un suspiro se escapó.
Mi boca era el navegante en un barco
perdido
buscando buen puerto.
Llegaron primero los faros a la cueva
donde revestía lujo el infierno.
Tras la vuelta a nuestra casa marítima,
cielo,
nos quitamos la sal del cuerpo.
Terminaron allí mi corazón y tus
huesos
exhaustos, porque el viaje no fue
largo,
mas fue cansado por intenso.
Y todos estos recuerdos se me agolpan
mientras leo. ¿Qué tiene que ver? Me
pregunto,
yo mismo lo veo: echo de menos.
Y no me arrepiento.
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