El muelle no para de botar
mientras yo veo el faro en mitad del
mar
me sigue llamando, y la mitad de las
veces
lo ignoro, porque no sé nadar.
Tengo la ligera sensación de que los
peces
no me saben llamar. Es normal, ¿verdad?
No me conocen y no les di de comer.
Me quieren muerto y yo sigo sentado
en este puerto. Oteo el horizonte con
la esperanza de que un beso me llegue
embotellado.
Mira, es un cristal embalado, lo sé
porque pone frágil a un lado, aunque
pudiera ser un corazón, no seré tan
afortunado.
Aquí lo abro, y el mar se pone bravo,
yo me encargo, le digo, y al mar
relajo,
sin embargo en nervios me hallo
atrapado,
es una carta de amor.
La leo y lleva tu tinta, tu nombre,
tus ideas y tus emociones, no sé qué
hacer
con ella, le prendo fuego y la
descongelo
luego, ahora la quiero y la necesito,
al rato
me deshago en insultos contra su mano
ya tan lejana, ya tan raro.
Es tu amor, pequeña reina que arriba,
con el misterio de la noche, me
embelesa.
Es tu amor, luz coronada y diminuta,
señalando pasajes equívocos,
el que se encarga de hundirme
poco a poco.
El muelle no para de botar
mientras yo veo el faro en mitad del
mar.
Una llamada perdida. ¿Titular?
“Es posible amar si tienes libertad”
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