El ángel sin alas cayó en el
descampado, erigiendo un pasillo borroso. Su brillo en aquel obscuro lugar me
embelesaba, me sirvió de guía. Yo emulaba sus pasos, intentaba atraparlo, pero
no me dejaba… Todo estaba desenfocado, menos su espalda, al descubierto,
perfecta. Un giro a la derecha, y sus alas eran el último resquicio visible
antes de tornar a siniestra. De pronto, me encontré ante un balcón que,
delante, tenía un árbol enorme, y no dejaba al magno astro entrar a ninguna
parte. A mi izquierda, el antiguo reducto por el que se llegaba a mi clase,
ahora ya desamparado. Al lado contrario… la negra niebla creada por el miedo,
la inseguridad, el futuro en sí mismo. El ángel desaparecido estaba detrás de
mí en su forma más natural. Sus ojos llevaban a otro mundo… Pasado, presente y
futuro se mostraron ante mí. Y yo escogí el agujero negro.