No hay nada como amar, ¿verdad?
¿Y tú vienes a enseñarme tus
piernas?
Querida, que tu artículo sea varonil
no quiere decir que no seas fina,
incluso,
a veces, pija; para mí, serás siempre
una niña,
una tía, una chica, pero siempre la
mujer
a la que aspira cualquier hombre con
biografía,
yo aspiro esperanza de encontrarte
viva,
a solas disfrutarte todos los días,
por la mañana
dejarte hecha un desastre y por la
noche
devolverte la vida en un instante
Quiero que me conozcas en profundidad,
centrémonos en cenar una vez más,
no te lo pido como un favor, pequeña,
sé
que quieres y te haces de rogar.
“No entiendes sus libros, sus
escritos,
sus palabras te dejan desfigurado y tu
cara
de acomplejado nos indica que te
estancaste
en el pasado”
Todo esto me preguntaron: “¿serías
capaz de amarme como nunca has
dado?” Reí alto y claro, pronuncié
bajo y, susurrando, al oído le relaté
la historia aquella, mi primera vez,
el beso aquel de madrugada, las
estrellas
resguardadas, los árboles de testigos,
tus piernas, mi castigo, tus caderas,
mis delirios, tus ojos, mi paraíso,
tu mente, mi mansión y reino,
tu cuerpo, mi billete de ida hacia
el infierno. Tras esto ella se quedó
temblando, no esperaba tanta sinceridad
en un arrebato, y en este le indiqué,
también, como regalo, que le seré
fiel siempre que cumpla con sus
prometidos regalos: sonrisa
eterna a cambio de muchos veranos
a su lado, a pesar de que el fuego
nos separe, a pesar de que el hielo
nos amargue: siempre juntos hasta
que la muerte nos separe.
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