¿Por qué me evitas?
¿Por qué ya no me escribes
cuando tu gato sale ardiendo
por culpa de tus ojos que,
iluminados y aguados,
esperan un mensaje?
¿Por qué ya no me respondes
a mis llamadas silenciosas?
¿Por qué ya no me quieres entender
si me exigiste tranquilidad?
¿Por qué ya no tienes la suficiente
paciencia como para alzar un dedo
y pulsar el botón del 'on'?
¿Por qué ya no me saludas
cuando tus ojos cruzan buscando
mi alma?
¿Por qué rezo para que tus
manos se peguen a mi credo?
¿Por qué me hago tantas preguntas
si no he ido a buscarte?
¿Por qué no vienes a alcanzarme?
¿Por qué sigues escribiendo
a escondidas de mis pupilas?
¿Por qué me sigues hablando
con esas pestañas rizadas?
Porque puedes.
Has podido y lo haces.
Eres libre.
Estás atada.
No es una amenaza.
Es tu raza.
Tu casta. El coraje
de tus puños
contra la almohada.
A lo mejor tendré suerte
y tus alas podré ver.
A lo mejor. Pero,
¿por qué no vienes?
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