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lunes, 31 de diciembre de 2012

Final


Todo estaba preparado; en mitad de una plaza llena de polvo, sucia y abigarrada de basura, se situó aquel enclave de artilugios relacionados con la proyección de música. Allí, se guardaba toda la esperanza que aún quedaba en la humanidad; aquel poeta y su gurú personal salieron a la palestra, uno temblando por el frío, el otro por un escalofrío que le recorría la espalda, como si una araña negra y blanca trepase hasta llegar a su nuca y le susurrase Está bien, está bien. Pero no basta. Dylan miraba de reojo a su alumno, que sujetaba con fuerza aquel manuscrito que debiera dibujar una sonrisa recíproca. Ianni recitó el poema con todas las voces que había guardado bajo llave en su corazón. Cuando terminó, no pasó nada. Durante cinco minutos, no pasó nada; la voz estaba viajando, y estaba asentándose. Grata fue la impresión de aquellos habitantes cuando el sol comenzó de nuevo a brillar solemnemente, aunque no pudieron festejarlo en demasía, porque no paraba de brillar. Nuestro magno astro había explotado, liberando toda la tristeza acumulada, surgida por los tristes hechos acaecidos en su planeta preferido. La fuerza de este quejido llegó aproximadamente a los cinco minutos. El frío se apoderó del amor. Los hogares ya no brillaban como antes.

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