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sábado, 14 de diciembre de 2013

Un0

Una ventisca haciendo de barricada informativa
la llanura lisa y plana, en el horizonte, una luz
que indica el comienzo de un nuevo día. Las
energías, desgastadas por el viento sutil y ligero
que se cuela entre mi chaleco antibalas, me hace
sentirme vivo de nuevo. ¡Todo es nuevo!

Un lugar lleno de piedras ocultas como trampas,
minas antipersonas que se encargan de rechazar
cualquier presencia maligna, con intenciones
divinas. ¿Curar la herida? ¿Sanar? Tonterías
escupidas en prosa por poetisas con deficiencia
respiratoria. El polvo se cuela por los agujeros
que van dejando los poemas recitados en su honor.

Llave oculta a los ojos del viajero, no te precipites
a su presencia; su prisa es ilusoria, su desparpajo,
mucha gloria, no es cualquiera la que acercarse deba,
hay mucho trabajo por delante, un diamante sin pulir
es lo que te espera. A no ser que, de repente, rehuyas
su mirada afilada, la que penetra, y escapes a sus aires.

El aura que se trae encima es una medida de seguridad
ante los peligros que representa la humanidad. Su
escudo es de metal, pero no del cielo, la forja le daba
miedo y, trémulo, escapó a las garras del hielo. Tráele
un zumo exprimido que contenga todo el calor de tus
labios. Antes de todo, preséntate con la frente libre
no de pecados, sino translúcida: que la luz asome
pero la oscuridad esconda: él se encargará de ahondar
en los asuntos graves de tu persona, te sacará lo mejor
y podréis reuniros en la noche cuando las manecillas

de sus pasos se crucen con los giros de tu cadera.

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