Una ventisca haciendo de barricada
informativa
la llanura lisa y plana, en el
horizonte, una luz
que indica el comienzo de un nuevo día.
Las
energías, desgastadas por el viento
sutil y ligero
que se cuela entre mi chaleco
antibalas, me hace
sentirme vivo de nuevo. ¡Todo es
nuevo!
Un lugar lleno de piedras ocultas como
trampas,
minas antipersonas que se encargan de
rechazar
cualquier presencia maligna, con
intenciones
divinas. ¿Curar la herida? ¿Sanar?
Tonterías
escupidas en prosa por poetisas con
deficiencia
respiratoria. El polvo se cuela por los
agujeros
que van dejando los poemas recitados en
su honor.
Llave oculta a los ojos del viajero, no
te precipites
a su presencia; su prisa es ilusoria,
su desparpajo,
mucha gloria, no es cualquiera la que
acercarse deba,
hay mucho trabajo por delante, un
diamante sin pulir
es lo que te espera. A no ser que, de
repente, rehuyas
su mirada afilada, la que penetra, y
escapes a sus aires.
El aura que se trae encima es una
medida de seguridad
ante los peligros que representa la
humanidad. Su
escudo es de metal, pero no del cielo,
la forja le daba
miedo y, trémulo, escapó a las garras
del hielo. Tráele
un zumo exprimido que contenga todo el
calor de tus
labios. Antes de todo, preséntate con
la frente libre
no de pecados, sino translúcida: que
la luz asome
pero la oscuridad esconda: él se
encargará de ahondar
en los asuntos graves de tu persona, te
sacará lo mejor
y podréis reuniros en la noche cuando
las manecillas
de sus pasos se crucen con los giros de
tu cadera.
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