Hoy, la he visto triste.
En realidad, no parecía no
ser feliz, pero, en su interior,
yo navegaba con calma, buscando
peces a los que poder alimentar
cuando, de pronto, una tormenta
quiso entrar.
Me pidió permiso ella, la tormenta,
con unos pelos en el aire, dando qué
pensar. Permiso para entrar, casi
olvido. Hoy, la he visto triste,
por dentro me he sumergido
y sus pasos eran flojos.
Caía poco a poco,
y su peso posaba en
su pie, mientras la inercia
de su cuerpo la mantenía
a flote.
Hoy, la he vuelto a ver.
Pensaba en sonreír mientras
de sus ojos solo se desplegaban
unos árboles que intentaban vivir
y que, sin embargo, las lágrimas
los bañaban, por eso, tal vez,
hoy todo ha sido más gris.
No has perdido tu mirada,
pero tus pupilas se han
posado en mis labios
durante tres segundos
exactos, hermano del
verso y compañero de
aguas con soledad:
sabía que estabas ahí,
nadando.
Hoy, la he visto irse, triste.
Y sabía que podía hacer
ser algo más. ¿Qué hacer?
Ser, nada más.
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