Pasó él, tiempo
y asumí que pensar
en todo no era
nada bueno. Pasaron
las horas, los meses
y los días, y nada
tenía cabida en este,
mi cuerpo.
Pasó ella, mi pequeña
reina, y aún sigo pensando
en ella, de cuando en cuando.
Luego, echo un ojo a mi alrededor,
pensando qué hay, buscando algo
que merezca mi pena. Nadie
merece mi pena, veneno demasiado
tóxico con lágrimas hechas de arena
negra.
Pasó todo, y el camino arrastro.
No hay nada más que yo pueda
pensar, nada me hará sentir que,
sinceramente, lo mejor es
seguir de buenas con todas ellas.
Sigo pensando en ti, nena.
Y se pasan los días, los meses
y las horas, y todos ellos te recuerdan
en algún momento de su historia,
nimia y empequeñecida.
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