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jueves, 2 de julio de 2015

El avance

"A través del discurso de las conexiones sobre el papel, he perdido varios lápices, plumas, algún que otro bote de tinta se ha evaporado y los bolígrafos siguen en busca y captura. Ya hace varios días que la guerra acabó con cualquier esperanza floreciente en mi patria. La tierra no para de gemir, quejumbrosa, sobre el trato que ha recibido, a pesar de todo lo que ella nos ha entregado gracias a su fertilidad y nuestra dedicación. Ahora, las sombras se apoderan lentamente —se encuentran en el horizonte, disimuladas, pero sé que se acercan a un paso rutinario— de todo lo que ayer, tú y yo, conocimos.

[¿Sombras o luces obscurecidas? No lo sé. Sólo quiero dejar claro que nunca relacioné lo umbroso  a lo negativo. Tal vez haya cambiado mi parecer. O, simplemente, sea incapaz de definir lo que se acercaba allí, a lo lejos, hacia mí. Sí, me faltan las palabras. Siempre me gustó cultivarlas en otra parcela. En su manto...]

Debajo de los escombros no es que me imaginase la marcha hacia otro lado —cualquier lado, vertiente, siempre que esta fuese contrariamente paralela; esto es, un espejo con forma de puente—, pero casi nunca he alcanzado lo que me he propuesto. Aunque es irónico; aquí, tumbado, con las piernas inmóviles —inhabilis, que me dijeron una vez—, nunca habría imaginado que podría estar tan en un ambiente tan apacible. Pese a no ser capaz de dilucidar dónde quedaba el sol, magna estrella siempre empalagosa, allí, justamente allí, sin haber creído yo en las casualidades, encontré el último papel y el último bolígrafo sobre la faz del planeta. O eso deduzco, teniendo en cuenta los hechos acaecidos últimamente. Asimismo, guardar esperanzas alrededor del futuro de esta metáfora de la Naturaleza me parece una pérdida de tiempo; igualmente me parece malgastarlo el intentar contactar con algún (o alguna) superviviente. Es por esto que escribo, para dar algún remate (finis) a mi viaje. Si alguna vez renacemos, sea en cuerpo, sea en tallo, en ave o en mito, gracias; por cuidar el legado y aumentar lo heredado, por amar las plantas que no pudimos proteger, en fin, por saborear y apreciar todo lo que nosotros —aparentemente— rechazamos."

Manuscrito encontrado a las afueras de la última ciudad superviviente a la catástrofe 'N'. Hay posibilidades de que dicha ciudad fuese conocida como 'Paamya'. No se han encontrado restos o pruebas que confirmen la autoría del mismo. Se conserva desde el año '7777', según distintos estudios. Aún no se ha demostrado la veracidad del mismo.


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