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martes, 15 de julio de 2014

Una noche iluminada

Su calor es puro veneno
contemplan las malas lenguas
en decir esto. Y qué es,
sino placer venido de los cielos;
hambre voraz que se encuentra
no da para más, pobre noche.

Y eso es lo que yo ya echaba de menos
sentirla, el respirar de sus montañas, aliviadas
por la presencia del sol a su lado, iluminando
un camino hecho de baches para superar.

Empiezo a creer
en la reencarnación del Amor en vida:
morir no salía en nuestra guía turística.

Déjala volar, que despliegue
sus alas, pero cuídala de la confusión
atroz que acecha por las calles iluminadas.
Farolas armadas de puñales sangrientos,
tinta que cae gota a gota,
escribimos nuestros pasos,
la Luna llora mientras se despide,
un adiós contemplado en la aurora,
dibujada firmemente bajo los ojos limpios.

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