Ahogando
suspiros
Ahondando
en ellos
el mar
negro se lanza
en
busca de la nuez perdida.
La
espuma y su sal
se
unen en matrimonio
consagrado,
pero él
es
pagano y no tiene papeles.
Con
las cuerdas en su espalda
y la
espada en alto
cae en
defensa de su alma
con el
arma golpeando. Errando.
Y una
bola de rocas perennes
rueda
por el oeste de la arena
y las
dunas se empapan de alegría
cuando
oye a sus pies gritar.
El
pájaro que busca la comida
allá
en el cielo que ya no habita
las
alas quemadas por un sol demasiado
cercano
e insistente.
Le han
cercenado los brazos
al
comandante. Las órdenes
se
perdieron con el aire, que llegó
demasiado
tarde. Las balas cayeron.
Calló
el cantante cuando la vio
posar
cerca del bote. Y se convenció
a sí
mismo: le cantó una canción rasgada.
Y le
rasgó el vestido, la piel y el corazón.
Los
dos están muertos, y yo estuve en medio.
El
problema es que las huellas siguen pisándose
y yo
no sé ya qué pensar, o si pensar, o si callar.
[Se
cierra una pluma]
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