El
horario de trenes siempre es el mismo.
Siempre
hay varias horas dispuestas
en
fila india, ígneo el ambiente
todos
los días. Todas las horas. Disponibles.
Un
tren de un color distinto
se
cruzó en mi camino. Me dejó
en la
estación del verano
con
una soledad implacable
y los
labios ya no mojados,
resecos
por el calor.
Y allí
me quedé,
mirando
al cielo caer.
Y
llegó un avión
e
intentó salvarme
de
aquel Edén
que yo
no aprecié.
Y caí.
No volaba muy alto,
pero
tengo un esguince.
Camino
cojo, sin sol,
sin
calor, sin jardín,
sin
cielo, con una estrella
de
noche, perdido en la esencia
de su
perfume, bailo con las rosas
de la
negrura y, en la superficie
reflejo
mi amargura con dardos
envenenados
de sarcasmo.
¿Y
cuál es el problema
si
tengo la puntería llena?
Llena
de experiencia.
¿Y
qué pasa si ahora
prefiero
soñarte despierta
antes
que quedarme con cualquiera?
Y el
papel no contesta.
Y sigo
escribiendo con
estos
pedazos
a
cuestas. Cuesta.
Pero
merece la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.