Con
la mirada clavada
sujetada
por leves anclas
perdida
en una nube gris.
Así,
navegando por mis aguas
ríos
de tinta blanca
encontré
tu pelo azabache.
La
tinta se oscureció
con
el pasado que vivimos
con
el futuro pintado de color.
Esto
es un escrito a la fe
que
yo hallé difuminada
mientras
perdido caminaba.
Perdida
mi esperanza, tú
y
una luna de nácar
me
sacaron de mi abismo virtual.
Porque
existís, y esa es razón
suficiente
para mí. Quiero decir,
que
cumplís mi mente y mi sentir.
Aunque
no lo sepas,
hoy
te he visto
pero
un poco mejor.
Llevaba
gafas, y tú
no
una capa, sino
un
velo con gracia.
Y
así, sin saber qué
más
decir ahora, porque
el
presente, dice, no existe.
Por
eso aquí no hablo
de
mis patrañas surrealistas,
sino
de lo que tengo, o tuve y tendré,
y
son una luna en el cielo
y
un cabello, una manta,
de
negrura existencial.
Las
dos juntas me acompañaron,
aunque,
esta vez, prefiero decir
me
acompañarán, porque
aunque
él no exista, ellas
sí
existirán.
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