Vivo con la certeza
de la incertidumbre.
Con el deseo en la mano
y, en la mente, el aire del verano.
Bien caliente, se esfuma
y el humo ahuyento con aguardiente.
Rasgo todas tus cicatrices
en forma de cruz, dejando huella.
Huelo la respiración
de tu nerviosismo.
Y me creo un Dios
ante un abismo.
Ahora que está lloviendo
puedo prometer falsa esperanza.
Con el cielo oscurecido
de tus blancas garras.
He disparado a una nube
y me ha escupido a sus hijos.
He llorado por tu pérdida
teniéndote entre mis brazos.
Con un abrazo me he despedido
y, en tu ausencia, me he ido.
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