Hay cosas que hacer. Hay
muchas cosas que hacer. Necesito terminar con mi vida porque no puedo incluirte
en la mía. Necesito dormir bajo los árboles que simbolicen mi derrota. Una
derrota criada con cariño y esperanza, con tiempo y alabanzas. Una derrota
disfrazada de victoria empalagosa, llena de gloria y ensueño. He perdido la
batalla contra mí mismo. El gemelo en mi interior tiene, y absorbe, todo el
poder que, algún día, logré imbuirme en mis venas. Por desgracia, supongo.
¿Y qué más da? No me leerán. No me leerá.
No me leerás. Tú, a quien busco cuando golpeo la tinta, la moldeo pensando en
tus curvas infinitas. A ti, que siempre te quiero cerca, tal vez sea demasiado
malo para tu existencia. Una mala influencia, quizás. No me darás esa atención,
esa caricia elevada que me aleje de este rincón, donde moriré atenazado por la
persecución de mi propio espíritu. Es un bucle, es mi perdición esto que se me
cruza por la cabeza y escupo en un idioma que no es el mío. No es cuestión
de ser, era cuestión de pensar… Y ahí es donde me maté. Porque pensé. Y no
fui. Ni para mí, ni para ti.
Mátame. Por favor.
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