No
conté
mis
desvaríos
una
vez robé con el extremo
de
un puñal, quiero decir,
a
mano armada,
y
salí andando de la manada.
Paseando
con el botín
encontré
un poema en blanco
lo
endulcé con tu mirada
y,
coño, me puse hasta malo.
No
te lo quise contar
para
que no te preocupases
no
fui duro de roer
pero
sí lo soy de querer.
¡Joder!
Y qué más da
si
las estrellas esnifan luces apagadas
si
cuando yo pago por tu alma alada
el
tícket no me va, no me va.
No
conté
mis
locuras
porque
son normales como ninguna
diseñé
pinceles de agua
que
respiran debajo de la tierra.
Y
con mis pelotas jugué al fútbol,
construí
un terremoto,
derribé
las torres románticas.
Esto
congeló la suerte de la ignorancia.
¡Joder!
Y qué más me da
si
tus lamentos no me llegan
si,
con el tiempo, regresarás
y
te mandaré a contar estrellas.
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