Son
las siete de la mañana.
Las
cadenas ya se han oxidado
y
el suspiro se ha olvidado entre
las
ramas de los árboles marchitados.
Ella
me dijo que siempre
estaría
a mi lado.
Y
ya se ha ido.
Yo
ya lo sabía
pero
no quise aceptarlo.
Mi
inspiración navega
por
mares
sin
sentido
sin
rumbo fijo
y
mis rimas quedan
flotando
sin destino.
Como
el corazón,
tendido
al sol
derretido.
El
fuego se relaja
acostado
en tu espalda
veo
a mis manos perderse
entre
tus besos de arena
con
una chispa ardiente
que
escuece mi herida.
Qué
pena perderse
esta
orgía de muerte.
Estás
hecha y derecha
y
yo sigo siniestro
oscuro
y escondido.
Ya
no me verán
nunca
más
o
tal vez miento de nuevo.
No
sé, la verdad.
Pero,
qué es la verdad
si
cuando no estás
mis
piernas se evaporan
y
su sangre se congela
porque
busca tu aurora.
Déjala
sola, está mejor sin ti
por
esto me perdí, morí
no
tengo tumba
la
sepultura de mi alma
caerá
en saco roto
vacía
se halla la gota
que
pende sobre tu pestaña.
Y
es que
decidí
perderme
para
no encontrarte
y,
al final, acabé
encontrándome.
No
sé qué fue peor...
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