Hasta
que mis nervios se calmen
no
calarán tus palabras en mis venas.
Hasta
que todo el mar de sangre
no sea
más que alcohol y tristeza.
Hasta
que mis súplicas sean devueltas
con
reales, monedas y oro de montaña.
Hasta
que mis rodillas digan basta
y se
cansen de esperar con esta cuesta.
Hasta
que mis lágrimas bailen
sobre
tus mejillas, dulces mejillas.
Hasta
que el océano que me inunda
se
convierta en tu peor pesadilla.
Hasta
que aprenda a nadar
y sepa
escapar de estas heridas.
Hasta
que me quieras amar, mi vida.
Hasta
entonces, seguiré cayendo de esta silla.
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