La carretera hacia dentro
se tergiversa y cambia
de posición en este juego.
A mi izquierda, un arma
letal, tiene fuego en la mirada,
su mirilla está torcida, no pasa nada.
A mi derecha, una brújula
está destrozada, no piensa el dónde
sino en andar hasta dar con algo.
A mis espaldas, la mochila
con los utensilios de cocina
para quemar o derretir lágrimas.
Delante mía, el ciego,
la niebla y el negro,
gris tierno.
Déjenme andar,
no se culpen,
fue mi elección.
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