Desde la salida de la
reunión
las lágrimas de sudor me
abrasaban
desde que entré al ascensor
la pasión me quemaba.
Y, si ella estaba ahí
esperándome
rueda Fortuna me acarició
pero ella, oh
ella me cogió,
encadenó,
para no soltarme
hasta dejarme sin aliento.
¡Grandes fueron los besos!
¡Apasionados los roces de
sus labios!
¡Increíble su lasciva
mirada!
Siempre controlada
¡Si yo les contara
a la cárcel iría
no por estupidez, ni
siquiera
por ira!
La censura nos ata, también
mata
y asesina.
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