Te
empecé a escribir cuando el Sol renació.
Tuvimos
que mirarnos en el espejo
criado
de manera más bien tímida,
pensar
cuánto tiempo estuve sin caricias
es
apoyar la tortura psíquica.
Cuando
releo mis propias palabras y encuentro infancia perdida,
no
precisamente me salta una lágrima de alegría, pero recuerdo
los
mejores tiempos de manera
especial,
brillantes esferas vacías de luz.
Esencial;
creer en ti mismo y no creer en tu vacío,
captar
la reacción química más sencilla; amor,
no
me abandones a la vuelta de la esquina,
no
me dejes en este portal, desolado,
no,
no quiero volver a escribir…
porque
el Sol
ha
muerto.
Sin
tu aroma flotando en mi atmósfera, he dejado
de
ser.
¡Indignado
quedaría Parménides si me oyese!
Cuánto
tiempo hemos desperdiciado… ¿Cuánto?
¿Cuánto
vale el tiempo?
¿Qué
es el tiempo?
¿Puede
tocarse? Tal vez sea capaz de matarte, ¿no?
El
ser humano lo debe de haber creado para envejecer con un motivo
real.
Desde
que no te veo, ya no sonrío tristemente.
Y
lo echo de menos.
Quiero
sentirme solo y rodeado de un océano.
De
nuevo.
Pero
no volverá a pasar nada así…
Te
dejé de escribir cuando mi vida resurgió.
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