Inmenso poder el que conseguí dominar durante el trayecto.
Una exploración con él y unos cuantosestúpidos más hicieron de mí un contenedor de poder –que no de placer- bastantenuclear. El cielo empezó a ennegrecer mientras él nos explicaba lo último quedebíamos grabar a fuego en nuestra pequeña cabecita. Las luces de la ciudadempezaban a despertar mientras el cielo rugía de hambre y empezaba a hacersenotar más de la cuenta. La lluvia impactaba solemnemente contra nuestrascabezas, cuando de pronto se produjo un choque de coches, la locura se desatócual gas nocivo.
La araña atrapada, que no escapada,quería huir en contra de la voluntad de los humanos, en contra del dominio.
El poder se esfumaba, vaivén de sensacionesextrasensoriales.
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