El fin de la última escapatoria.
Sin temor a recalar en la espiral del incrédulo.
Corremos hacia el futuro perverso.
Tememos la escala de a bordo: ¡Suban,
SUBAN!
Que yo, aquí, sentado, les
espero.
Uno a uno os despacho, no queda viva
ni la más energía sentida,
me traumatiza saber que ella
sigue impasible en su poltrona
de mimbre, de estaño oxidado.
Y que, poco a poco, la luz deja de parpadear,
y me alumbrará a mí, ser despedido del mundo natural.
No me quiero encontrar con ella, quiéreme, no, así no.
Ahora debo cerrar, continuar el viaje.
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