Me hallaba debajo del árbol azul,
besando las manos cálidas de una
mujer distante.
Sonreí, y la perdí de vista.
Lloré, y la vi enseguida.
Seguí
recorriendo los entresijos de un pueblo perdido de la mano de Pato Dios
corrupto gracias a sus
habitantes.
A los dos años que vinieron, los
saludé de mala gana
A los cuatro que pasaron luego,
los abracé de forma resignada
y, cuando creí por fin haber
empezado desde el principio de un final terminado,
apareció
el árbol azul.
Me
dominaron las fuerzas de un demonio blanco;
esto quiere decir, el ángel
endemoniado, que viste y calza cual señor de Dios
[luz cegadora inexistente]
cáscara rellena de la más espesa y repugnante
oscuridad. Pútrida.
Este ser
se encaró conmigo y me arrebató el alma;
mi
sentir desapareció junto a mi memoria; yo no iba armado hasta los dientes,
sólo
hasta los extramuros del corazón.
Ya me sonaba su rostro, su gesto
se apoderó [de nuevo]
de mi inocencia, aquí ya desalmada.
---…
Me hallaba debajo del árbol azul
y los focos de resignación me
apuntaban sin piedad.
Terminé por desistir ante la
insistencia de mi ángel de la guarda
Ella me llevó a terrenos nunca
conocidos, ¡una experiencia inefable!
Una muerte del sentir más
llevadera
un reto nuevo hizo presencia;
resurgir.
Me hallaba debajo del árbol azul
pero ya tenía un tono más rojizo.
Y
una eme apareció en las raíces.
¿Estaba
ya allí?
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